El reloj de sol
En los intentos de medir el tiempo, en cierto momento surgió el reloj de sol: el hombre, al volverse sedentario, en la entrada de su vivienda ponía un palo derecho en el suelo. Podía observar que a medida que el tiempo pasaba, la sombra que proyectaba se iba acortando y alargando. Este rudimentario artilugio fue la primera manera que el hombre tuvo de medir el tiempo.
El reloj de sol más antiguo conocido fue encontrado en Egipto y data de aproximadamente el 1500 a.C., durante el reinado de Tutmosis III. Se trataba de dos listones de piedra, uno que era la “aguja” y otro que era en el cual se marcaban las “horas”. Actualmente, se conserva algún ejemplar de este tipo de relojes, en el museo del Louvre en París.
Los griegos i, posteriormente, los romanos, estudiaron con más detalle los relojes de sol, i crearon el scaphe, que consistía en un bloque en el cual se hacía una cavidad en forma hemisférica, y en el centro se hacia un orificio que dejaba pasar los rayos del sol i, así, se marcaban las horas.
Con la llegada de los árabes, grandes astrónomos i matemáticos, éstos perfeccionaron la técnica de los cuadrantes y, luego crearon el astrolabio.
Ya, más adelante, se difundió la técnica y se comenzaron a construir relojes de sol de todo tipo y de todo material posible. De estos artesanos acabaron saliendo objetos preciosos que a veces tenían como objetivo el placer estético más que el uso práctico.
A mediados del siglo XVI hizo aparición el reloj mecánico. Aún así, se seguía utilizando el reloj de sol debido al elevado coste de los mecánicos, y, también, por la utilización de los relojes de sol, más fiables, para poner en hora los mecánicos.
De todos modos, afortunadamente para los aficionados a los relojes de sol, éstos nunca han dejado de construirse i, en la actualidad, además de los nuevos ejemplares creados en épocas recientes, podemos disfrutar de un extenso patrimonio de relojes de sol por todo el mundo.
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